20 sept 2011

Cambio de ciclo


Cuando Pep Guardiola fichó por el FC Barcelona fueron muchas las voces que se alarmaron. Un técnico “sin experiencia” tomaba el banquillo más complicado del mundo. Allí dónde entrenadores sublimes habían fallado, un novato creía poder triunfar. La incredulidad en el nuevo proyecto se constató con los primeros resultados. El Barça perdió y empató.

Las críticas asomaron aunque muchos culés esperaron. Había sucedido algo parecido con Frank Rijkaard y, al final, el Barça había protagonizado una de las épocas doradas del club. Los días fueron pasando y las victorias empezaron a repetirse. El Barça ganaba y lo hacía jugando bien. Los jugadores corrían y luchaban y el viejo estigma de la inferioridad y la persecución arbitral se desvanecía. Pitaran como pitaran los árbitros y pegaran como pegaran los rivales, los chicos de Pep ganaban. Así llegó el primer triplete de la historia del Barça. Entonces algunos se dieron cuenta de lo que sucedía. La historia cambiaba. El Barça tomaba el mando y Guardiola se convertía en un héroe culé.

Lo que pocos adivinaron es que su trayectoria como entrenador podía mejorar. Como un niño que empieza a jugar a fútbol y aprende poco a poco nuevos conceptos, Pep siguió mejorando. Modificó el 4-3-3 por un falso 4-4-2, con Messi de media punta. Siguió probando y, esta temporada con la llegada de Cesc, ha implantado otra variante táctica que libra el carril derecho dejando que Alves se adueñe de él y, a la vez, nutre el centro del campo de jugadores de toque que controlan el balón en todo momento. La táctica al servicio de los jugadores, un concepto brutal solo al alcance de los genios. Dicho de otra manera, Guardiola ha cambiado el fútbol. Ha dejado atrás los rígidos sistemas que han maniatado este deporte en las últimas décadas, ha demostrado que debe ser el entrenador el que se adapte a los jugadores, y ha transformado a un equipo pesimista y perdedor en un club ganador y orgulloso que apenas falla en las finales. 

Lo curioso del caso es que aunque Pep es admirado por todo ello, no es ése su mayor logro. La gente lo idolatra por su manera de ser, por su talante y por el convencimiento de cada una de sus palabras. Él cree que un partido contra el Ceuta es tan importante como uno contra el Arsenal, o que una derrota es positiva para el devenir del equipo. Desde fuera puede parecer hipocresía pero su perseverancia convierten sus argumentos en verdades. Aparece en televisión y lo único que se puede hacer es escuchar. Su voz, sus palabras, sus razonamientos, y la coherencia de sus actos lo convierten en un líder silencioso, trabajador y, viendo los resultados, triunfador. Me pregunto que sucederá el día que ya no esté y como se las arreglará el Barça para sobreponerse a su adiós. Todavía queda mucho, aunque lo que está claro es que si su sucesor como entrenador es tan eficaz como lo fue su relevo como jugador hay Barça para rato.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

que bien

Publicar un comentario