Agatha Chistie fue una escritora de novelas policiacas que consiguió la fama gracias al detective ficticio Hercule Poirot. Sus casos, siempre plagados de personajes, inducían al lector a sospechar de todos ellos sin apenas tener pruebas concluyentes. Al final, dando un giro inesperado, el asesino o villano de la novela resultaba ser el que menos lo parecía o, en su defecto, el que mejor lo había disimulado.
Por desgracia, la sensacional escritora británica falleció hace más de treinta años dejando huérfano un género literario que desde entonces no ha encontrado de nuevo la inspiración. Sin embargo, creo estar seguro que ella no dudaría ni un segundo en firmar un guión como el que nuestra liga y sus instituciones nos están brindando año tras año, esta vez sin disimulo alguno.
En su novela, Christie nos haría pensar que el villano de su obra es un personaje cualquiera, relacionado en proximidad con el crimen. Pongamos por ejemplo el Barça. Nos dejaría pistas acerca de su culpabilidad: posibles penaltis, algún fuera de juego dudoso y alguna mano que fácilmente podría confundirse con el pecho. Agatha nos bombardearía con estas “pruebas” para que el lector, es decir nosotros, sucumbiéramos ante la avalancha de “lógica aplastante” que éstas pruebas sugerirían. A la vez, nos mostraría otras pruebas a priori menos importantes que se opondrían a las anteriores y que conducirían el caso en dirección opuesta. Pongamos por ejemplo dos penaltis birlados al Osasuna en el Bernabéu, diferente criterio arbitral según si la camiseta es blanca o no, inmunidad para dar tantas patadas como se quiera en los clásicos y otras muchas acciones que pese a ser mencionadas nunca se les acabaría dando la importancia que sí tendrían. Al final, nuestro primer y máximo sospechoso resultaría ser inocente al demostrarlo con hechos. Es decir, el Barça demostraría en el campo y ganando al rival que la liga no está adulterada a su favor y que no existen villaratos ni campañas semejantes. Entonces, el lector empezaría a sospechar de aquel que se encargó de verter sospechas al antiguo acusado y, sin tiempo de reacción alguna, la genial escritora británica nos destaparía la trama con hechos evidentes y consumados de esta “inesperada” culpabilidad. Al final, el Barça resultaría no ser el culpable de ninguna trama y sí una víctima de la impotencia del verdadero culpable. Las tarjetas y las sanciones anuladas serían la prueba irrefutable de ello.
Así pues, dejar sin efecto alguno la quinta tarjeta a Albiol permitiendo al merengue jugar contra el Valencia en un partido clave, o retirar la tarjeta roja a Kameni antes de jugar contra el Barça cuando hasta la fecha se han negado los mismos privilegios a los demás equipos demuestra claramente que la liga sí está adulterada, aunque el beneficiado no es el que muchos han intentado hacer creer…
Por desgracia, la sensacional escritora británica falleció hace más de treinta años dejando huérfano un género literario que desde entonces no ha encontrado de nuevo la inspiración. Sin embargo, creo estar seguro que ella no dudaría ni un segundo en firmar un guión como el que nuestra liga y sus instituciones nos están brindando año tras año, esta vez sin disimulo alguno.
En su novela, Christie nos haría pensar que el villano de su obra es un personaje cualquiera, relacionado en proximidad con el crimen. Pongamos por ejemplo el Barça. Nos dejaría pistas acerca de su culpabilidad: posibles penaltis, algún fuera de juego dudoso y alguna mano que fácilmente podría confundirse con el pecho. Agatha nos bombardearía con estas “pruebas” para que el lector, es decir nosotros, sucumbiéramos ante la avalancha de “lógica aplastante” que éstas pruebas sugerirían. A la vez, nos mostraría otras pruebas a priori menos importantes que se opondrían a las anteriores y que conducirían el caso en dirección opuesta. Pongamos por ejemplo dos penaltis birlados al Osasuna en el Bernabéu, diferente criterio arbitral según si la camiseta es blanca o no, inmunidad para dar tantas patadas como se quiera en los clásicos y otras muchas acciones que pese a ser mencionadas nunca se les acabaría dando la importancia que sí tendrían. Al final, nuestro primer y máximo sospechoso resultaría ser inocente al demostrarlo con hechos. Es decir, el Barça demostraría en el campo y ganando al rival que la liga no está adulterada a su favor y que no existen villaratos ni campañas semejantes. Entonces, el lector empezaría a sospechar de aquel que se encargó de verter sospechas al antiguo acusado y, sin tiempo de reacción alguna, la genial escritora británica nos destaparía la trama con hechos evidentes y consumados de esta “inesperada” culpabilidad. Al final, el Barça resultaría no ser el culpable de ninguna trama y sí una víctima de la impotencia del verdadero culpable. Las tarjetas y las sanciones anuladas serían la prueba irrefutable de ello.
Así pues, dejar sin efecto alguno la quinta tarjeta a Albiol permitiendo al merengue jugar contra el Valencia en un partido clave, o retirar la tarjeta roja a Kameni antes de jugar contra el Barça cuando hasta la fecha se han negado los mismos privilegios a los demás equipos demuestra claramente que la liga sí está adulterada, aunque el beneficiado no es el que muchos han intentado hacer creer…
2 comentarios:
A mi sinceramente me da absolutamente igual que hayan perdonado a Kameni y a Albiol, lo que me huele mal es que sea justo en esta jornada.
Nosotros hablaremos en el campo (Piqué dixit).
Saludos.
claro claro, es evidente. lo curioso es que sea en esta jornada
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